EPÍLOGO
Al chasquido de las áureas hojas
que en su otoño glorifican el epílogo del amor,
evoca el rubor nupcial del cometa,
y a aquel que versificó la ciencia pura del beso.
Camposanto de ayeres perfumado
que al Azur palaciego de las hadas
consagró el misterio de sus flores y sus lágrimas.
Y era él, y solo él, el cenit de su inspiración;
El índice que apuntaba a todos los cielos...
Plenilunio de imágenes bucólicas
que del burdeos de una postal desangelada
coleccionaba no mas ayer,
perfumes y promesas
para el ajuar onírico de Dulcinea...
Pero la plúmbea duda y el fraude de los días
ha descolorido la acuarela de los hechizos
y le ha enseñado a poetizar la soledad sin mirar atrás...
Y aún así le recordará...
en la fosforescencia de la llovizna atardecida,
en los ancianos pétalos de las páginas de un libro,
y en las añoradas golondrinas de Bécquer,
aquellas que ya no han de volver...
Yolanda García Vázquez
D@R 🇪🇦
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