ACERTIJO
En el anochecer del siglo
las hadas dejaban un reguero de melancolía,
mientras un sueño de oro
purificaba la sangre de las cosas.
Vi a la luna emular
la eternidad de los espejos,
como si de un acertijo se tratara;
Caían las horas heridas de muerte...
Yo quería tocar la poesía del mundo
en letras de instantes;
A ver si podía conjugarme a cualquier luz,
pero me quedé colgada en un adverbio de ausencia.
Invoqué la misteriosa belleza del arte
al deceso del sol,
y sólo obtuve las migajas de un verso,
tan mediocre como infantil.
Me arremangé las largas angustias,
y los bajos del alma en duelo poético,
y suspiré por encima de los años,
todos los ayeres del amor.
Había tal mezcla de sombras
que incluso la copa nocturna
me derramó toda su esencia.
Empapada quedó la seda del olvido
en su lacrimosa vocal.
Pero yo quería vislumbrar la cima de lo absurdo,
para romper de una vez
con esa lacra de poetas suicidas,
y orgía de dogmas.
Atisbé entre tanta bruma,
un paraninfo de estrellas,
y caí vencida cual mariposa imprudente
entre los capullos del tiempo.
Me pilló desprevenida la vida en aquella muerte;
Y en un vuelco de lucidez,
aprendí que la soledad es el legado
a los corazones grandes.
Yolanda García Vázquez
D@R 🇪🇦