domingo, 22 de enero de 2023

EN LA PENUMBRA


 EN LA PENUMBRA


Melancolizada en penumbra,
hilvana un adiós de gaviotas
a su soneto navideño...

Él se fue;
Partió a bordo del buque de los silencios;
Se fue siguiendo a otras musas.
La dejó en su soledad de cristal,
la dejó ondeando un pañuelo.
Cruzó corrientes líricas
para fundirse en un azul de interminables veranos.
Era su Nautilus de sueños,
su imposibilidad feliz...
Lo amaba más que a sí misma,
lo amaba más que al amor.
Su invencible fulgor ajardinaba el invierno de su mirada...
¡Oh, como le gustaba mirarlo!
Se zambullía en su aurora oceánica
como una Esther Williams confiada.
Flotaban en torno a sus fascinados ojos,
las corcheas tropicales de un sonriente Cugat.
Revelaban sus enigmas de hadas,
las corolas de encendidos nenúfares;
Y era tal el hechizo que no importaba el final anunciado, 
ni la caída del telón.
¡Oh! Tan efímero y paradisíaco 
que hasta la luna se maravillaba...
En sus ramas otoñales,
cuajadas de aguanieve constante,
ella lo sentía florecer,
como florece la vida después del vacío. 
Ebria de sabores afrutados,
y aromas sentimentales,
se atrevió a apuntarle al corazón,
pero los implacables vientos de lo real,
pudieron más, y se lo llevaron.

Ahora hay un olor a ausencia tras los visillos rotos;
Atardecido el espejo de las acuarelas,
derrama su encantamiento de oro a su taza de té.
¿Será que su pecho es ya colmena de liras,
o será que jamás estuvo tan enamorada?

Él se fue con un salmo mudo entre los labios;
Se fue con el secreto del sol en su sonrisa.
Fantasmal, el velador victoriano,
luce el crepúsculo de las hortensias; 
¡Cuanto olvido en sus pétalos,
apenas las roza un suspiro de su recuerdo! 
Él tenía el glamour purpúreo de los reyes del mar;
El arcano fulgido de un ópalo multicolor.
Se fue por las aceras lluviosas, a bailar en otra secuencia...
¡No pudo ser!
Y es que hay guiones que no se pueden alternar.

Era el bolero de todos los boleros;
El crucero mágico de una noche nupcial.
La besó con canciones donde nadie la besó jamás;
la besó con el alma,
la besó con la voz.

Acristalando sus lágrimas tras un soneto de Bécquer,
debe ser la floreciente penumbra 
de esa melancolía que no amaina.

¡Oh, él se fue!

Yolanda García Vázquez
D@R 🇪🇸



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