lunes, 11 de diciembre de 2017

UNA TARDE MACHADIANA



UNA TARDE MACHADIANA


En una tarde machadiana como tantas,

era mi llanto una copa de estrellas

que morían en verso sobre los ejes de mi dolor.

Añoranza de entretiempo

que parecía escribir con sangre sobre el paisaje,

un crepúsculo otoñal.

Era mi espíritu una fuente reseca

en los aledaños del desamparo;

Ni una gota de luz refrescaba mi monólogo solitario...

Soledad, que como ave de rapiña,

venía al pensamiento a crucificar mi frente,

y giraba como las agujas de un infernal reloj

para catapultarme a la gran ausencia...

Al crepitar de la alfombra roja del bosque,

los álamos, de esperanza huérfanos,

temblaban como hilos de lluvia al partirse el río.

Vagué, como poseída, y demente, 

por las angostas sendas,

de enigmas pincelados;

Iba buscando unos ojos donde beber,

y sólo hallé un estanque de profundos silencios;

¡Dábame pavor tanto aguanieve y desolación! 

Ni una perla verde sobre las hojas,

ni un rosado haz en los juncales...

La bucólica campiña,

que fuera otrora reino de musas,

manantial de cristalina inspiración,

languidecía ahora en perpleja quietud;

Estéril, como un terruño abandonado...

Era como si la guadaña del olvido

hubiera segado los tallos de los sueños,

y mi conciencia, espesa de melancolía,

no captase su nueva situación.

Al fin, un rayo de lucidez,

me reveló la verdad en toda su crudeza...

Todo estaba perdido.. ¡Todo!

El cauce melodioso del alma

que fue lecho de agua viva,

yacía en árida destemplanza,

como si la muerte hubiera llegado para quedarse,

y los rosales ensortijados al corazón,

no fueran más que espinas de otra época...

Me postré sobre el huerto de mis despojos para llorar;

Una corona de lágrimas descendía sobre las flores,

que yertas, y descoloridas, 

contemplaban la impavidez del cielo,

mientras del joyero de pétalos nocturno

subía hasta la luna perfume de amor.


Yolanda García Vázquez 

D@R 🇪🇦

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