MACEDONIA DE PALABRAS
Lagrimeando suspiros al costal del atardecer,
porque el amor huele a fresas,
y a arándanos maduros,
que a las hadas de la nubes
cristaliza en gotas de luz.
No se pudrirá la vid del sueño aframbuesado
con su textura celestial
de cosechas perpetuas...
Porque el alma es la fruta divina
que toma su color y su perfume
en los jardínes perennes de la verdad,
allí donde la muerte jamás se ha podido concebir...
Uvas de pigmentación nostálgica
saborean del crepúsculo,
la poesía tiernamente acerezada,
aquella que fecunda el núcleo del espíritu
para coagular en rima toda la sangre primaveral.
Es la noche cristalizando auroras
para regocijo de las pulpas tristes
que anhelantes de versos
reclaman al tamarindo su placer.
Grosellas que se conjugan al alba
con el rojo sentimiento del melocotón,
saben a elixires florales.
Nomenclatura que huele a ambrosía viva,
y silencia los llantos del ramal acongojado
con incontables lágrimas de sol.
Es la hegemonía del verano
que amalgama los instantes melancólicos,
afrutando de eternidad las horas del ciruelo a la mañana.
Semillas que son principios
de valores inamovibles,
pues la felicidad brota de la raíz reseca
del desaliento anaranjado.
Zumo de la pasión verdadera
que licua los tormentos del ser
al manantial de lo invisible.
Es el néctar de las cosas que a sorbos de ternura,
embellece la soledades del nisperero soñador.
Macedonia de palabras
que en su punto de almíbar,
tiene poder para nutrir de esperanza
los gajos mustios del corazón.
Yolanda García Vázquez
D@R 🇪🇦
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